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Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA CONICET UNC)

Científicas y científicos sin fronteras: entrevista a Camila Neder


Una de las facetas más hermosas de hacer ciencia es la ausencia casi por completo de barreras geopolíticas: ¡se hace ciencia en todos lados! Sin embargo, las políticas públicas y decisiones que adopta cada país junto a su cultura, visiones y tradiciones atraviesan por completo el quehacer científico. En esta sección te vamos a contar las experiencias que tuvieron algunos de los miembros de nuestro instituto en otros lados del mundo. En este número, te invitamos a conocer cómo le fue a Camila Neder en Alemania. Aunque más que invitar, te lo recomendamos. Cami no sólo pasó más de dos años en ese país; también estudia uno de los temas más urgentes y apasionantes para la humanidad: los efectos que produce el cambio climático en Antártida.

Tamara: Antes de empezar a charlar sobre tus aventuras y desventuras en Alemania, contanos un poco qué estudiás, o cuáles son las preguntas que intentás responder en tu investigación.

Cami: Estudio la distribución de organismos bentónicos en un fiordo Antártico llamado Caleta Potter. Es decir, intento responder dónde están y por qué habitan un área determinada los animales que están asociados al fondo del mar, como las esponjas, las estrellas, las ascidias o incluso también la flora marina como las macroalgas. Busco explicar cómo los cambios que se observan en las distribuciones de estos organismos están siendo afectados por las modificaciones ambientales que genera el cambio climático.

T: Lo bentónico, entonces, se refiere a todo lo que vive en contacto con el fondo del mar, al contrario de peces, tiburones o ballenas, ¿cierto? Y un fiordo es….

C: Exacto. Y los fiordos son ingresos de agua en zonas del continente rodeadas de montañas. Son muy similares a los golfos, pero mucho más estrechos y de origen glaciar. Base Carlini, una base de dependencia argentino-alemana donde hacemos nuestras investigaciones, está emplazada justo a las orillas de este fiordo, bien al norte de la península antártica.

T: Cambio climático en Antártida: creo que podemos entender la motivación, además de la responsabilidad, detrás de ese tema. Pero contános cómo llegaste ahí.

C: Tuve la suerte de conocer al Dr. Ricardo Sahade, del grupo de Ecosistemas Marinos y Polares, en pleno desarrollo de un proyecto internacional llamado IMCOnet que en ese momento él dirigía, y que necesitaba responder dónde están y por qué están ahí ciertos organismos bentónicos de caleta Potter. Ricardo me propuso el tema y se convirtió en mi director. Y de esa manera, me abrió las puertas no sólo al grupo de investigación, sino también a Alemania.

T: Y más allá del lugar de trabajo y el tema en general, ¿tuviste alguna otra motivación que te haya ayudado a definirte?

C: En un principio me motivó la idea de trabajar bajo una visión amplia e interdisciplinaria para responder una pregunta ecológica. Hoy me motiva el manejo de datos y la organización interdisciplinaria que la modelización exige, como así también la particularidad de que se puede hacer investigación con métodos poco invasivos para el ecosistema.

T: Mencionaste al pasar que hacés algo llamado modelización ¿Podés explicarnos qué significa?

C: Lo que hago es recopilar datos ambientales, como la salinidad o temperatura del agua, y datos biológicos, como la presencia de ciertas poblaciones de organismos bentónicos. Luego los relaciono matemática y estadísticamente para obtener mapas que me muestren la distribución de un organismo asociado a ciertas variables ambientales. Los mapas que desarrollo son el resultado del modelo. Y todo el proceso que requiere su elaboración se conoce como modelización.

T: Y estos mapas, que asumo que son diferentes a los geográficos, ¿cómo o para qué se usan?

C: Sí, claro. Estos mapas no son los que usa Google Maps. Los mapas que elaboro aportan información crucial para poder llegar a identificar áreas sensibles al cambio climático, áreas que pueden ser asignadas para protección, o incluso para identificar áreas potenciales de ser invadidas por alguna especie exótica.

T: Tu tema y sus aplicaciones son muy interesantes. Pero también es interesante el proceso por el que atravesaste. Pasaste un largo tiempo en un Instituto al norte de Alemania, en una pequeña ciudad llamada Bremerhaven ¿Qué fuiste a aprender y por cuánto tiempo?

C: Como parte de mi doctorado, en 2018 tuve la oportunidad de viajar a Bremerhaven y colaborar con un grupo con quién ya había trabajado durante mi tesina de grado en 2015. Colaboré con el grupo de Ecología Funcional del Instituto Alfred Wegener, o AWI, un instituto alemán que se dedica a hacer investigaciones marinas y polares en 3 temáticas principales: biociencia, geociencia, dinámica del clima. A diferencia de 2015, donde el intercambio con el AWI fue por menos tiempo y cubierto por el proyecto internacional IMCOnet, esta vez me quedé por 2 años y 2 meses, y mis gastos fueron financiados por una beca llamada ALEARG, más conocida como DAAD por sus siglas en alemán. Me postulé, y luego de un par de instancias evaluativas, sólo tres personas fuimos seleccionadas. ¡Fue un gran logro que aún hoy me emociona recordar! Este segundo viaje me permitió modelar una de las variables ambientales que más afecta a los organismos bentónicos y que está relacionada con el cambio climático: el ingreso de material particulado al medio marino generado por el derretimiento de los glaciares. Logré aprender muchas herramientas de modelización, como la geoestadística, para modelar espacialmente la concentración de material en suspensión.

T: Y en lo personal, ¿cómo fue el proceso de adaptación a un lugar nuevo tan diferente y encima en otro idioma?

C: Me adapté bastante bien, porque ya para esta instancia la jugaba un poquito más de local. Sin embargo, tuve que aprender varias cosas: los mecanismos y jerarquía con los que las investigaciones se organizan; el respeto estricto del tiempo como muestra de respeto hacia otra persona; que las palabras son claras y sin vueltas; que hay personas indicadas para cada actividad; y que el apoyo con una buena comunicación entre colegas en la investigación es crucial para lograrla. Si bien todo eso resulta evidente, en Alemania está a flor de piel, al menos en nuestro grupo de trabajo. Y por supuesto, una de las cosas más desafiantes fue aprender a manejarme en el día a día en alemán. En ciencia, y por ende en el AWI, mucho sucede en inglés, pero no todo. Al mismo tiempo, si la intención es compartir y conocer la cultura desde adentro, hablar el idioma es fundamental. ¡Me sorprendió la cantidad de bollitos de pan diferentes, cervezas diferentes y de salchichas diferentes y enfrascadas que se ven en los supermercados! Pero Alemania y la cultura alemana es mucho más que pan, salchichas y cervezas.

T: ¿Y Bremerhaven? ¿Cómo es la ciudad?

C: Luego de casi 6 años de ir y venir, puedo decir que Bremerhaven es mi segundo hogar. No es una ciudad espléndida en cuanto a la imagen de edificios antiquísimos y ostentosos que en general se tiene de Europa, pero es una ciudad a la que se le agarra cariño. Es una ciudad portuaria ubicada en la costa del río Wesser que desemboca en el Mar del Norte. Tiene varios museos super interesantes: el del clima y el de historia sobre migrantes son mis favoritos. Hay un hotel que se parece al famoso edificio de Dubai, un lago y molinos de viento que se ven desde la costanera. Hay muchos caminos para recorrer en bici y algunos otros recovecos poco transitados por los turistas que van cada año, sobre todo para avistar la llegada de barcos del evento Sail que ocurre cada 5 años.

Mucho gira en torno al mar y su investigación: al puerto, a las empresas de transporte de containers, y a los estudios que se realizan en la Universidad y en el AWI. Como está al Norte de Alemania, llueve mucho. Tanto como hasta una tercera parte del mes. Allá aprendí a utilizar el dicho alemán “Wir sind ja nicht aus Zucker”, que significa que no estamos hechos de azúcar y es una manera dulce de hacerle recordar a la gente que la lluvia no nos daña y que podemos continuar con un plan de reunión sin importar que llueva y nos mojemos. Eso sí, aprender a manejar la bici bajo la lluvia o nieve, y disponer de ropa especial para tal fin, fue uno de los mayores desafíos a los que me tuve que enfrentar como mediterránea cordobesa.

T: ¿Y el AWI? 

C: El AWI es un instituto grande de 4 edificios principales con algunos más de tamaño menor. Me perdí varias veces (risas), pero por suerte mi oficina estaba en el primer piso. A pesar de su tamaño, la organización del AWI facilita no sólo el trabajo de las secciones de investigación sino también el de las actividades administrativas, de mantenimiento, de provisión de servicios, y de transferencia de conocimiento y tecnología. Hay espacios comunes donde se puede compartir con otros estudiantes e investigadores. También hay anfiteatros y laboratorios de gran porte.

 

T: ¿Qué cosas te gustaron tanto que ahora extrañás?

C: Honestamente, me sentí muy cómoda en AWI y en Bremerhaven. Extraño la posibilidad de ir a trabajar y transitar la ciudad en bici; el parque central con sus ardillas; el tener una oficina amplia con un espacio para organizar reuniones laborales, almorzar e interactuar con otras personas; una infraestructura digital que facilita la utilización de softwares y de videoconferencias y disminuye la burocracia de las publicaciones; la cercanía al agua; y el trabajo grupal apoyando acciones en contra del cambio climático.

T: ¿Podés destacar algunas diferencias entre hacer investigación allá y acá? 

C: Indudablemente existen diferencias que están arraigadas a la historia en la disponibilidad económica y en la toma de decisiones políticas de inversión en ciencia. Sin embargo, creo que ambas formas de hacer ciencia tienen cosas muy valiosas. Por un lado, acá somos muy creativos en diseñar proyectos y adaptarnos a los cambios que puedan suceder y aprendemos a realizar muchas tareas diferentes. Por el otro, allá te podés dedicar exclusivamente a la investigación planeada porque no tenés que encargarte de otros aspectos administrativos y/o financieros para desarrollar tu proyecto. También hay bastante más confianza en el trabajo del de al lado y consciencia en el beneficio del trabajo grupal, aunque las jerarquías también son mucho más estrictas. Está buena su organización y valoración del tiempo, pero a veces facilita a que ante una imprevisibilidad uno no se desborde mentalmente. Una faceta en la que creo haber podido aportar.

 

T: Y además de trabajar en un laboratorio, ¿qué otras cosas pudiste hacer allá? 

C: Muchísimo. Si bien mi trabajo fue mayoritariamente de oficina, tuve la posibilidad de participar en muchísimas otras actividades, tanto del ámbito académico como del de la comunicación científica. Tuve la posibilidad de tener mi primera campaña de muestreo arriba del Heinke, uno de los barcos científicos que tiene el AWI. Recolectamos muestras de organismos bentónicos y del fondo marino en el Mar del Norte. También a bordo de ese buque participé del proyecto alemán High Sea, que consiste en guiar en la actividad científica a alumnos de la secundaria, algo lamentablemente aún no diseñado en Argentina.

También participé en congresos y conferencias internacionales. Para la conferencia de la DAAD en la ciudad de Hannover, presenté parte de mis resultados, que hoy son parte de una publicación. Además en otra conferencia en la ciudad de Berlín, ¡gané el cuarto puesto al mejor póster! Por otra parte, colaboré en la organización de la primera reunión del Proyecto internacional CoastCarb, una experiencia fantástica que me permitió abrir mi red de contactos institucionales y de colegas científicos.

En cuanto a las actividades más ligadas a la comunicación, en 2019 fundamos, con algunos miembros del AWI, un grupo llamado AWIs4Future con el que participamos en marchas y reuniones de mitigación del cambio climático. En junio de 2020, durante la pandemia, lanzamos un programa en vivo por YouTube llamado “Wissenschaft fürs Wohnzimmer”, del alemán Ciencia para el living, donde cada jueves a la tardecita un invitado ofrece una charla relacionada a la ciencia y el cambio climático.

Pero sin dudas, una de las actividades más desafiantes en las que participé, fue en la escritura de cuentos infantiles con base científica, un libro que se publicó en febrero. El proyecto “Es war einmal, Wissenschaftliche Kurzgeschichten”, que significa “Érase una vez, un cuento científico”, es super interesante. Se ofrecen historias cortas sobre nuestro planeta y el mundo de la investigación escritas por científicos y científicas en diferentes idiomas. Mi historia habla de Plumi, una pluma de mar que está sufriendo cambios en el entorno donde habita: Caleta Potter. Esto es gratis, y lo pueden descargar.

 

T: Y fuera del ámbito laboral, ¿cómo o en qué aspectos te hizo crecer esta experiencia? ¿La recomendarías?

C: ¡Indudablemente! Estoy convencida que toda actividad de intercambio, que nos saca de nuestro ambiente conocido y nos posiciona en un entorno diferente, es enriquecedora y, por lo tanto, recomendable. No sólo aprendí más de otra cultura y formas de llevar a cabo las actividades cotidianas o profesionales. También crecí mucho en los aspectos de valoración propia y colectiva, del trabajo y la cultura. Comprendí la importancia de establecer una red de trabajo, de comunicar lo que hacemos como científicas y científicos, de escuchar a la sociedad, y de organizar actividades. También aprendí que al mostrarnos en nuestras debilidades y fortalezas formamos relaciones más sanas sin disminución en las colaboraciones académicas ni en el resultado científico.

T: ¿Algún consejo para alguna persona que desee hacer investigación afuera? 

C: Quien desee hacer investigación en otro país, mi consejo es que busquen posibilidades de proyectos, becas o cursos de intercambios académicos y que contacten a ese investigador o esa investigadora con quién quisieran realizar una pasantía. En el fondo -y no tan en el fondo-, los científicos y las científicas no somos más que meros seres humanos dedicados a nuestro trabajo.

Gracias Tamara por esta entrevista y para cualquier otra consulta, me pueden encontrar en los medios de comunicación oficiales del IDEA o en Twitter (@NederCami). No se olviden de pasar por el canal de YouTube para conseguir los links de los proyectos en los que estuve participando ¡También estará disponible la entrevista completa!


Camila Neder es bióloga de la UNC y becaria doctoral del IDEA-CONICET. A lo largo de sus estudios de grado y postgrado viajó a unaciudad con alma de pueblo, ubicada al norte de Alemania llamada Bremerhaven. Aunque investiga sobre el ambiente marino antártico, la distribución de organismos bentónicos y su respuesta a cambios ambientales, no le gusta mucho el frío. Sin embargo, disfrutó de la ciudad alemana y de interactuar con una cultura diferente. Habla alemán y entendió el por qué de algunos refranes. ¡Se sorprendió por la cantidad de variantes de cervezas y panes existentes! Aún les queda bastante por catar y saborear.

Tamara Maggioni estudia unos bichos, llamados ascidias, de las profundidades marinas del Atlántico Sur y de la Antártida. También es periodista especializada en Comunicación Pública de la Ciencia. Sus mellis llegaron a su mundo a desbaratar todo, pero a la vez para dotarlo de sentido y mucho amor. Es fanática de los deportes en la naturaleza, escucha heavy metal y lee mucho y de todo.